Las ciudades cercanas al mar tienen un encanto especial. Valparaíso, en Chile, en el centro de la inmensa costa de más de 4 mil kilómetros que tiene ese país, no es la excepción. Su nombre, reducción de Va-al-Paraíso, nos señala el recorrido de soñadores que naturalmente tienen la inmensidad del océano Pacífico como horizonte.

Como todos los puertos del continente, surgió humildemente junto al crecimiento de otra ciudad que requería darle una salida a sus productos y una entrada a las mercancías que no se producían entre los colonizadores. Hace más 400 años, Valparaíso se fundó como puerto de Santiago por el Fundador extremeño Pedro de Valdivia en septiembre de 1544.

En el siglo XIX, cuando se incrementó más el comercio global de las potencias europeas, la ciudad portuaria aumentó su importancia. Pero fue con la exportación del salitre que aumentó su atractivo. Entre sus empinadas callejuelas y muelles, colonias de ingleses, franceses, alemanes y, más entrado el siglo XX, de italianos, vinieron a darle un aire más cosmopolita a los 44 cerros que conforman su geografía histórica. Verdaderas mansiones de millonarios, que hoy llaman palacios, se construyeron inspirados y diseñados por la arquitectura europea.

Fue en ese tiempo que adquirió renombre como Joya del Pacífico y los cerros que le dan forma de un inmenso anfiteatro se fueron poblando más, adquiriendo los nombres que hoy llaman la atención a extranjeros y connacionales. Cerro Artillería, Cerro Cordillera, Cerro Yungay, etc.

Pero como los tiempos se suceden y cambian de manera sorprendente desde el siglo XX, Valparaíso tuvo que sobreponerse a dos momentos, propios de los avances tecnológicos. El primero fue la sustitución del salitre por nuevos químicos de laboratorio que hicieron poco rentable la penosa y afanosa extracción del mineral en el norte de Chile, que tantos capitales, intereses y hasta guerras había concentrado antaño. El segundo fue la construcción del Canal de Panamá que redujo enormemente las distancias a recorrer por las navieras, dejando a los porteños mirando a lo lejos por el esplendor del pasado y porque sus muelles ya no se llenaban de marineros, ni grandes embarcaciones ni historias de más allá.

A pesar de todo, la ciudad Puerto Principal pudo sobreponerse. Fue y es asiento de la Armada Naval de Chile. Hacia fines del siglo XX fue convertida en sede del Poder Legislativo, pues en Valparaíso se halla el Congreso de la República. Además, entre sus escaleras infinitas, sus ascensores centenarios, su antiguo circuito de trolebús y pasajes increíbles funcionan hoy cuatro universidades, lo que le da a su población un toque de juventud la mayor parte del año.

Por la querencia de sus gentes, aunque entre ellas se encuentran poblaciones de las más pobres del país, las paredes de la ciudad son de las que más hablan para todo el mundo que quiera ver y leer. Valparaíso es conocida por sus muralistas, sus grafiteros y también porque es increíblemente colorida entre sus casas. Es reconocida, además, porque sus mujeres son de las más bellas de la región y hay una permanente fiesta y producción musical los fines de semana de donde provienen Los Jaivas y Congreso, dos renombradas bandas de rock y jazz con más de 30 años de vida artística. Desde hace muchas décadas, es centro turístico nacional e internacional y también desde la actual centuria Sitio de Patrimonio Mundial por patrocinio de la UNESCO.

Se pueden contar muchas cosas interesantísimas y muy bonitas de Valparaíso, pero unos versos del vals La Joya del Pacífico nos ayudan a sentir un poquito mejor lo que esta vez no podemos escribir:

Del cerro Los Placeres, yo me pasé al Barón. Me vine al Cordillera, en busca de tu amor. Te fuiste al cerro Alegre y yo siempre detrás, porteña buena moza no me hagas sufrir más…